Friday, September 10, 2010

Un cuento Bilateral de Pueblo


Me gusta este barrio.-dijo el abuelo- Tenemos todo a mano; a media cuadra está el almacén, un poquito más allá la parroquia, a 2 cuadras el cementerio, y casi al frente la posta y si no me equivoco esa casa colorinche de la esquina en donde la cabra está sacudiendo una sábana, debe de ser la Casa de Putas. ¿Que le parece, vieja?

La abuela asintió, como siempre.

La casa y el sitio contiguo ya estaban comprados. A mí y a mi hermano nos parecía un pueblo alegre. Muy distinto al lugar de donde veníamos llegando.

Siempre vivimos con los abuelos. A nuestra mamá la veíamos un par de veces al año. Llegaba sin saludar y se iba sin despedirse. La recuerdo con sus enormes sombreros violetas y sus medias negras caladas. Podría decir que era cariñosa, pero su cariño era poco higiénico, absolutamente genuino pero bastante reñido con la limpieza. Muy amiga de peinarnos con saliva, las pocas veces que nos llevó al desfile siempre sacaba de su enorme cartera un pedazo de chocolate mascado o una fruta a medio pelar, que utilizaba como una manera de suplir su prolongada ausencia. En esa cartera había dados de colores, naipe español e inglés, lápices labiales, cigarrillos mentolados, imágenes de santitos. Una vez creo haber visto una pistola también, pero de eso no estoy tan segura. Pudo haber sido de fogueo o quizás era verdadera. No lo tengo tan claro. No importa tanto.

Su gran aporte en nuestras vidas fue ponernos nuestros nombres. Mi hermano mellizo fue bautizado como Marlon y yo como Marilyn. Una vez ella me confesó que se embarazó de nosotros en el cine, en la última fila. “Pero la verdad no me acuerdo si fue con el acomodador o con el chiquillo de las palomitas”. Me lo dijo con tanta tranquilidad, que me pareció anecdótico. Y pensándolo bien eso éramos para ella, una más de sus anécdotas. Para mí siempre fue una extraña con una extraña manera de manifestar sus afectos. Yo nunca la quise tanto, pero me hacía reír. A mi hermano puedo decir que le dolía. Pero en estricto rigor a el todo le dolía. El límite entre sus enfermedades y su hipocondría era más bien difuso. A él definitivamente le dolía la vida. La única que siempre lo comprendió a cabalidad era la abuela. Ella tenía vocación de enfermera y gozaba preparando tizanas y valerianas para su nieto. En cambio, yo era la adoración de mi abuelo.

Pero el nuevo pueblo prometía cambios en nuestras vidas. Ya habíamos cumplido 15 años pero nos seguían tratando como niños. Ahora que lo pienso éramos bastante niños. Pero en esa época provocar descalabros era prácticamente parte de nuestra forma de ser.

“Hijos de su madre”.- decía el abuelo

“Nietos de su abuelo”.- respondía yo.

Siempre le provocó una alegría inmensa que yo le contestara como solía hacerlo. “Eres muy pispirigua”.- me decía siempre. Nunca supe bien que significaba pero me gustaba como sonaba. De hecho, siempre que me piden que me defina se me viene esa palabra a la cabeza.

En este punto es necesario que le pase el curso de la historia a mi hermano, que siempre dijo que no servía para escribir pero que yo siempre consideré un talento, después de que leí su diario de vida en esa época.

La verdad es que me vengo enterando recién de lo de mi diario, pero en fin, Marilyn siempre tuvo una curiosidad innata. Nunca llegó a ser nociva porque, por suerte, yo siempre estaba alerta. Y ahora se le ocurre que escribamos esto a 2 voces. Tengo que reconocer que siempre me ha costado decir no. Además me parece que es un bonito homenaje a la memoria de los abuelos y a la de nosotros también.


Como yo decido en esta parte de la historia, voy a partir contando que mi abuelo se dedicaba al rubro de la chatarra. Nuestros patios siempre fueron verdaderos cementerios de lavadoras y refrigeradores. Cuando nos cambiamos de pueblo, prefirió traer un camión lleno de cadáveres de línea blanca y vendió todos los muebles de la antigua casa. Sólo trajo nuestras camas. En relación a nuestra madre. Si, todavía me duele. Yo creo que el dolor no se me va a borrar nunca. La entiendo, para una excéntrica libertaria de su categoría debe haber sido un verdadero castigo engendrar a un par de mellizos. Pero se las arregló para nunca amarrarse. Aún así la quiero. Un hecho claro es que heredamos su desarraigo. Para nosotros sólo existían los pasajes de ida.
El regreso no existe ni existió jamás.

Otra cosa que quiero que quede testimoniada es que el amor a la lectura y a la escritura nos viene por el lado de mi abuela. Ella nos enseñó a leer y a escribir. Nunca fuimos a la escuela de manera formal. La abuela nos presentó a los grandes clásicos de la literatura. Nunca abandonó su maleta con libros. Con respecto a la matemática, esta la aprendimos del abuelo. Sumar, restar y multiplicar, el abuelo no sabía dividir y por ende nosotros tampoco. Nunca nos interesó aprender algo más.

“Si no pudieron elegir ni su vida ni sus nombres, pueden vivir la vida que quieran en los libros. Esa es su única patria. La literatura lo aguanta todo”, me dijo una vez la abuela. Me hizo tanto sentido. Linda mi abuela. De repente me gustaría saber que fue de ellos. De seguro ya no están en este mundo.
¿Habrán sufrido con nuestra partida?, es una de las preguntas que no me abandonan y de las pocas que yo tampoco puedo abandonar con libertad.

Ocurre que aquella vez, con la llegada del circo, que además de lluvia, trajo bastantes más consecuencias. Era verano, nuestro primer verano en el pueblo. Estábamos sentados con Marilyn en la entrada de la casa cuando escuchamos el perifoneo:

“Pasen a ver el Circo… Gran American Circus, por primera vez en la ciudad, con la gran atracción de La Gallina Bailarina. No se pierda la oportunidad de disfrutar de toda la magia, la emoción y el colorido del Gran American Circus”

“¿Escuchaste,Marlon?.- dijo mi hermana. “Tenemos panorama”.

Nuestra sorpresa fue mayor, cuando descubrimos que el Gran American Circus se instaló justo en el sitio de atrás de nuestra casa, que pertenecía al abuelo. Tuvimos entradas liberadas para todas las funciones. 3 días inicialmente era el tiempo que permanecería el circo en el pueblo. Día a día nos dábamos cuenta que la retirada se iba aplazando indefinidamente.

Y la magia fue lo primero que se retiró. Cuando nos enteramos que el famoso truco de la gallino bailarina consistía en presentarla sobre una plataforma caliente, lo que explicaba que la explotada ave saltara destempladamente durante su rutina.

Unos días después la gente de Pueblo Hundido (ellos siempre tienen la culpa de todo) procedió a robarse la ropa de los tonys. La policía no encontró a los responsables a pesar de que el camino hacia esa localidad se encontraba lleno de huellas de zapatos de tamaños descomunales.

Marilyn terminó enamorada de uno de los payasos. Cucurucho era su nombre artístico. Hijo, nieto y bisnieto de payasos. Robinson era su nombre de pila y ya no tenía traje ni zapatos. Sin identidad artística se dedicó a flirtear con mi hermana y lo consiguió.



Ahora que mi hermanito tuvo su oportunidad de revelar mi historia amorosa, me permito tomar revancha para aprovechar de contar que mientras yo me enamoré de Cucurucho, él por su parte hizo lo propio con mi hoy flamante cuñada y la voz más desopilante de la zona: Melania.

Durante los días que el circo permaneció en el pueblo cumplimos 16 años. Yo celebré tomando té con mi abuela tras recibir inesperada y tardíamente mi primera menarquia. Marlon, por su parte fue invitado por el abuelo a la casa de huifas de la esquina.

“Tiene que descartucharse”.- dijo el abuelo.

Y partieron. Marlon llegó a nuestra pieza subiéndose de un brinco a la parte de arriba del camarote y me lanzó: “Me desquicié de amor por una puta. Se llama Melania. Va a ser la madre de mis hijos”.

Yo en ese instante me puse a llorar. Pero de alegría. Mi hermanito enamorado por primera vez. Era tanta la alegría que fui en puntillas hasta la despensa a robarme una botella de champaña y un tarro de leche condensada para celebrar. Fue un doble cumpleaños que calificamos como épico.

A mi hermana se le olvidó contar que durante la celebración pusimos la victrola y bailamos charlestón hasta que nos dio hipo. Y el hipo siempre nos venía a eso de las 6 y media de la mañana.


(Querido Marlon:

Te escribo estas líneas para recordarte que la idea de escribir esto a 2 manos era que no nos interrumpiéramos con detalles. Gracias

Siempre tuya
Tu hermanita que te quiere
Marilyn
)

Lo que vino después fue planear nuestra fuga. Ni siquiera intentamos contarle a los abuelos que sus únicos nietos se habían enamorado escandalosamente de una prostituta y un payaso. Esperamos que llegara el día del Carnaval de San Wenceslao. Tenía que ser un día especial, porque un día cualquiera las cosas no pasan a la historia y nosotros queríamos dejar un hito en el pueblo. De hecho fue la última vez que estuvimos ahí.

¿Quieres continuar con la historia, sister?


Gracias por el pase. Lo primero fue robarle la llave a la joyita del abuelo: una camioneta gigante de 1 cabina que era su orgullo. Era bastante amplia por lo que entrábamos cómodamente los 4. Cucurucho/ Robinson iba a ser el chofer, porque Marlon jamás había querido aprender a manejar. Le pasamos la llave al payaso y acordamos la huida del pueblo a las 10 de la noche.

Invitamos a los abuelos a ir al Carnaval, los dejamos mirando a un artesano que soplaba vidrio y hacía artefactos de todas las formas. No corría una sola gota de viento y nosotros trotamos hasta la casa. Cual no sería nuestra sorpresa cuando vimos que Cucurucho y Melania partían a toda velocidad en la joyita del abuelo y nosotros figurábamos desconsolados tragándonos el polvo.

“¿Que hacemos?, o los seguimos o nos quedamos para siempre en este pueblo”.- le dije a Marilyn

Le hicimos dedo a una caravana de gitanos que se iba del pueblo y nos fuimos en su búsqueda. El amor a los 16 tenía ese vértigo, esa temeridad y si se iba había que seguirlo sin vacilaciones.

Después de 2 meses buscándolos y gracias a sabernos la patente de la camioneta dimos con ellos. No les pedimos explicaciones. Ellos habían desistido de continuar con su amor. Como yo seguía enamorado, le pedí matrimonio a Melania y nos casamos solamente por la iglesia.


Yo, por mi parte duré 15 días con el payaso Cucurucho.

Ahora recorremos el país gracias al talento de Melania, somos sus representantes. Lo hemos recorrido de punta a cabo

Nuestra única promesa fue jamás volver al pueblo.


> Este humilde relato se lo dedico a mis nietos mellizos. La mayoría de los hechos que aquí se relatan probablemente ni siquiera ocurrieron pero me gusta pensar que siguen por ahí y que si aún me quedan días tendré la dicha de volver a verlos, abrazarlos y decirles que todo está bien, que el ultimo pensamiento de su abuelo antes de partir fue para ellos, que la mesa está servida y que los amo por sobre todas la cosas>

2 comments:

Nicole Grandjean said...

Insisto. Penita.
Y me recuerda a Papelucho Huerfano, cuando quería ser raptado por los gitanos.

Anonymous said...

Me dejó triste. Pero me gustó, estás saliendo de los finales fatales o inesperados.


Mi personaje favorito: La madre (muy espíritu libre)

Otra cosa que me gustó: la actitud de desapego de los chicos.

Bueno tu cuento cholo.

Widi