Monday, September 28, 2009

Ajena*


QUERIDO P:


No puse nuestros nombres en esta carta por si algunos ojos ajenos pudieran conocer su contenido. No quiero que te asustes con lo que te voy a revelar pero te pido que si tienes algún sillón a tu alrededor tomes asiento.

No te he visto desde que partiste, tampoco te había escrito. Tú sabes que nunca estuve de acuerdo con tu viaje pero con el tiempo logré contrarrestar tu ausencia. Una ausencia muy presente o una presencia muy ausente, aún no lo tengo tan claro.

La presente tiene un motivo. No creas que se trata sólo de un pretexto para recuperar el contacto. Sólo te escribo para relatarte una experiencia. Creo que tú eres la única persona a la que puedo revelarle esto teniendo la certeza de que la información no le provocará desconcierto, temor ni risa.

Hace 2 semanas fui al Museo de Bellas Artes. Era una deuda que tenía pendiente conmigo. Siempre me pareció absurda tu idea de que los museos debían recorrerse de manera solitaria, pero lo hice. Caminé por esos pasillos que nunca pudimos recorrer juntos. Me dejé envolver por las imágenes, las texturas, los colores. Recorrí las murallas que muchas veces miré pero que jamás vi realmente.

Seguí avanzando hasta que me detuvo una imagen. Tragué saliva. Mi ritmo cardíaco comenzó a acelerarse vertiginosamente. Una gota prácticamente convertida en granizo, recorrió mi espalda. Sentí por vez primera el vértigo, acompañado de una angustia galopante y de una sensación de ahogo brutal. El responsable tenía nombre y apellido: Ramón Vergara Grez. Mejor dicho, su “Carta abierta a Europa”, las formas estampadas en óleo sobre su tela causaron mi agobio. Un agobio brillante. Un verdadero baile naranjo, una danza privada de elementos ante mis desorbitados ojos. Éxtasis. Una catarsis individual jamás experimentada por mis sentidos. Aquella obra, monumento del contraste entre fondo y figura fue la detonante de tan singular vorágine.

Salí del museo con miedo a caerme. Me senté en las escalinatas. Cómo bien me conoces, volvió a tomar su cargo gobernante mi racionalidad, despojada momentáneamente durante un par de instantes. Tomé mi celular y pedí una hora con mi psiquiatra.

Mientras relataba mi experiencia y volvía a tener en mente la imagen que actuó como gatillo y la sensación se repetía en menor escala, el psiquiatra sonrió interrumpiéndome:“Su relato revela claramente los síntomas de los que experimentan el Síndrome de Stendhal”. Ante mi desconocimiento agregó: “El aturdimiento de sus sentidos se debió a una sobredosis de belleza”.

Esa era la única respuesta válida. No podía ser de otra manera. Tras años de acostumbramiento a la fealdad y a lo invisible, aquella luminosidad por el contraste de zonas oscuras me volvió a conectar contigo.

No puedo dejar de decirte que acá también sigue habiendo espacio para la belleza. Pienso que quizás el cruce de charco te ha anestesiado de lo mismo pero es necesario que sepas que en estas tierras el espacio para ti se ha conservado. O por lo menos yo lo sigo conservando

Te invito a pensar en la posibilidad de regresar.

F.



*Uno de los 1000 relatos ganadores de "Relatos de Colección" concurso narrativo abierto a público, cuyo objetivo era invitar a la comunidad a escribir un relato sobre alguna de las 100 obras de la Colección Nacional del Museo Nacional de Bellas Artes(MNBA),elegidas especialmente para este concurso

3 comments:

Ñoñis said...

Ea, Ea!!! Por fin regresó el blog. Esperame para la foto, tengo unas ideas rebuenas en black&white.

Me encantó este relato, esperaré muchos más.

Cariños ;)

Simplemente said...

Bien venido, haz regresado con una luz reveladora, espero que ese lugar siga intacto en tu corazón, el lugar donde creas magia...

AZUL-AL-CUBO said...

BUENISIMO


creo que es el síndrome mas bello.. por así decirlo.